Llevo muchos años viviendo sobre la faz de la tierra
y miles mas viviendo en las tinieblas eternas...
Soy un alma solitaria y creo que seguiré así hasta el fin de mis tiempos...
Me gusta alimentarme al despertar...
Y nunca me alimento de la sangre de los animales...
No hay nada que me sacie mas que la sangre de los humanos...
La noche es parte de mi esencia...Su oscuridad es mi cómplice...
Y la luna es mi amada eterna...
Uno de mis placeres son los libros y la observación nocturna...
Se que tal vez no lo creas...Pero soy la madre y reina de los vampiros...
Si es que aún quedan de ellos sobre la faz de la tierra...
Puedes seguir tu camino o detenerte ante mi...Y caminar a mi lado...
Seras aceptado solo si crees en la magia...
y miles mas viviendo en las tinieblas eternas...
Soy un alma solitaria y creo que seguiré así hasta el fin de mis tiempos...
Me gusta alimentarme al despertar...
Y nunca me alimento de la sangre de los animales...
No hay nada que me sacie mas que la sangre de los humanos...
La noche es parte de mi esencia...Su oscuridad es mi cómplice...
Y la luna es mi amada eterna...
Uno de mis placeres son los libros y la observación nocturna...
Se que tal vez no lo creas...Pero soy la madre y reina de los vampiros...
Si es que aún quedan de ellos sobre la faz de la tierra...
Puedes seguir tu camino o detenerte ante mi...Y caminar a mi lado...
Seras aceptado solo si crees en la magia...
Si es así...Sigue mis pasos...En este mundo que ante ti se abre..
domingo, 5 de junio de 2016
LEYENDA DEL JOVEN QUE SE ENAMORÓ DE UNA LAMIA
Un joven del caserío Korrione (en Garagarza), fue a la Kobaundi, situado en el monte Kobate. Allí se encontró con una lamia. Era una mujer muy bella, muchas más bella que las mujeres cristianas de estas tierras.
La lamia le prometió casarse bajo una condición: debería averiguar los años que tenía ella.
El joven consultó con una vecina el procedimiento para informarse de la edad de la lamia. La mujer quedó en que ella lo averiguaría. Se fue la mujer a Kobaundi. Se colocó de espaldas a la boca de la cueva, de suerte que, agachando la cabeza, asomaba la cara por debajo de las piernas. Apareció la lamia. Llena de espanto por lo que veían sus ojos, comentó:
-En los ciento cinco años que tengo, jamás he visto una cosa igual.
La vecina del muchacho, corrió a darle la noticia de la edad de la lamia. El joven pudo asegurarle su edad a la lamia:
-Tiene usted ciento cinco años.
La lamia se avino a casarse.
El joven partició su decisión a su madre, y ésta le encargó que observara los pies de la lamia. El joven los observó: sus pies se parecían a los de los patos. El pobre muchacho se llevó un gran susto y se puso enfermo. Al poco tiempo, murió.
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Seres de la Noche
"La belleza del mundo natural siempre ha inspirado mi arte y soy lo suficientemente afotunado de vivir y trabajar cerca del paisaje sa...
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